Leer un cuadro: La persistencia de la memoria

No cabe duda que uno de los pintores españoles más peculiares del siglo XX ha sido Salvador Dalí. No solo por su obra sino, también, por su personalidad. La obra que traemos hoy es una de las más conocidas: La persistencia de la memoria, aunque ha llegado al público con el sobrenombre de Los relojes blandos.

Esta obra se encuadra dentro del movimiento surrealista, del que el pintor de Figueras es uno de sus máximos exponentes.

Tras la I Guerra mundial y la Revolución rusa una serie de cambios afectarán  a la economía mundial, siendo el más importante la pérdida de la hegemonía por parte de Inglaterra a favor de EEUU. El auge económico estadounidense hará que durante unos años la sociedad se vea imbuida en un consumismo que se refleja en lo que se ha conocido como los felices veinte. Será con el Crak de 1929 cuando esta burbuja especulativa explote cayendo en una fuerte crisis económica que desembocará en la segunda conflagración mundial.

En este contexto se fragua desde el movimiento dadaista , fundamentado en la irrealidad de lo que el subconsciente piensa y que queda acuñado como Surrealismo gracias a  Apollinaire. La influencia de las investigaciones de Sigmund Freud a través de André Bretón tienen mucho que ver con la aparición de esta nueva corriente artística.

Curiosamente, Dali fue señalado por Bretón como el menos surrealista, ya que aquél, con su método paranóico crítico querría dejar demasiado bien fijadas las imágenes tomadas de los sueños, dejando menos márgen de interpretación al espectador que lo que sería deseable.

El cuadro que comentamos, La persistencia de la memoria, contiene todos los elementos necesarios para asomarnos al mundo onírico a través de la pintura.Es una obra de tamaño pequeño, que se encuentra en el MOMA de Nueca York Representa un paisaje en el que destaca al fondo la bahía de Port Lligat, supuestamente al amanecer.

En el lateral derecho vemos una especie de mesa y varios relojes, algunos "blandos", uno de ellos con una mosca,  y otro, de bolsillo, cerrado y con la tapa llena de hormigas. En el centro de la composición una figura también blanda y distorsionada, que parece ser un retrato del autor. Esta figura guarda gran parecido con otras similares que aparecen El gran masturbador o en El enigma del deseo, ambas del mismo autor.

La técnica es precisa, con un cuidado dibujo y con un gran realismo en cada objeto a pesar de no corresponder lógicamente al mundo cotidiano. El juego de luces y sombres también ayuda a crear una extraña atmósfera que nos traslada a ese mundo pararelo de los sueños.

La persistencia de la memoria es una metáfora sobre el paso del tiempo, sobre la decadencia del ser humano que, como esos relojes blandos, acaban por derretirse, siendo presas de los insectos de la podredumbre.

Dalí, con es mezcla de genialidad y locura dijo de este cuadro:

"Lo mismo que me sorprende que un oficinista de banco no se haya comido nunca un cheque, asimismo me asombra que nunca, antes de mi, a ningún otro pintor, se le ocurriese pintar un reloj blando".


LA PERSISTENCIA DE  LA MEMORIA
 


Se oye el silencio.

El silencio de los relojes parados que se deshacen por el paso o, quizá,  por el peso del tiempo. Se deslizan blandos, laxos, como globos desinflados de minutos y recuerdos.

Es el ocaso de la vida, la puesta de sol que busca el hemisferio del olvido.

Agotada la memoria, persiste en arrastrarse como un animal herido, aferrándose a rostros, a fechas, a nombres sin sentido alguno, que labraron la senda de la propia existencia.

Ya no queda más tiempo que aquel que aferrado a la roca, sumergido en el mar, contempla el ir y venir de tantos que fueron, son y serán y que un día, como queso derretido bajo el sol, se deslizaron,  se deslizarán hacia la nada.


Artículo y relato Elena Muñoz




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