LEER UN CUADRO: Interior con figura de Adriano Cecioni








Óleo sobre lienzo. Galería Nacional de Arte Moderno. Roma. 1868

En la Italia del Risorgimiento, movimiento que buscaba encontrar la identidad perdida y recuperar el antiguo esplendor de Roma y del Renacimiento, que llevaran a la unidad del país en mano de potencias europeas y monarquías como los Habsburgo o los Borbones, surge un movimiento artístico que tiene como punto de reunión el café Michelangelo de Florencia,  llamado los machiaioli, cuyo principio era rebelarse contra todo lo que consideraban academicista y heredero del arte, para ellos caduco, del Neoclásico.

Considerado como líder de este estilo, Adriano Cecioni explicaba con sus propias palabras que eran “una reacción contra el convencionalismo estético precedente, contra el culto de la forma por la forma…, consistiendo su arte en la búsqueda de representar las impresiones que recibía de la realidad por medio de manchas de colores, de claros y de oscuros… con el fin de establecer principios que pudieran servir de base sólida al desarrollo de un arte enteramente nuevo”.

Su forma de pintar, como manchas, de ahí su apodo, es muy criticado por los entendidos de la época, pero no cabe duda que en ellos están algunas de las bases de lo que posteriormente será el Impresionismo.  

Cuando Cicione pinta este cuadro se encuentra en Nápoles. Su sensibilidad de artista se ha visto impresionada al contemplar los moldes de las víctimas de la tragedia del 79 d.C., cuando la erupción del Vesubio arrasa la ciudad de Pompeya, y le hace reflexionar sobre lo inexperado de los acontecimientos que cambian una vida.

La obra que comentamos es de pequeño formato. Nos muestra e interior de una alcoba en el que encontramos una sola figura (anónima en el título) de una niña vestida de negro.  Lo primero que nos llam la atención es el tamaño de la cama, desproporcionado, y que domina toda la composición, acrecentando con inestabilidad la ya inquietante atmósfera. También es de un buen tamaño la mesilla respecto a la figura de la protagonista, una niña que se nos asemeja vestida de luto y que tiene entre las manos algo blanco, tal vez un vestido, que estaba cosiendo, como nos señala el costurero que tiene junto a ella. Pero algo ha detenido su labor... O alguien, que quizá la llame o se acerca por el pasillo que vislumbramos a través de la puerta entreabierta. Lo que si es cierto es que la niña se esconde y transmite sensación de miedo y, tal vez, de muerte.

Para algunos críticos la composición de este cuadro recuerda a uno posterior La habitación en Arlés de Van Gogh. Y como en aquella la inestabilidad que producen aquí los haces de luz imposibles, las dimensiones, y caída del suelo hace que los espectadores nos sintamos como la protagonista: inseguros.

Técnicamente Cecioni utiliza la pincelada corta a base de manchas que nos obliga a separanos del cuadro para contemplarlo en todo su conjunto, y que nos trae el eco de otra dimensión cercana al miedo.

Este cuadro sirvió de inspiración a la escritora Cristina Fernández Cubas para un relato de su libro La habitación de Nona.


Artículo. Elena Muñoz


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